¿No bastan ya dos mil años? ¿Es preciso aún mantenerle clavado en la cruz? ¿Para cuándo el Jesús de Serrat, el que anduvo en la mar, el que dormÃa bajo estrellas, el que se dejaba acariciar por la ternura pura de MarÃa Magdalena, el que hinchaba almas y corazones, el que resucitaba a vivos y muertos…? ¿Para cuándo el que vino a inundar la tierra de alegrÃa y amor fraterno, de humor y de esperanza…? ¿Y si Le quitamos los clavos, y si al igual que templarios, cátaros y otras fraternidades Le apeamos del madero? ¿Y si culminamos la irreverencia de ascenderle permanentemente a los Cielos, donde no hay coronas de espinas, ni romanos de entonces o ahora, ni sanedrines antiguos o modernos…? Clausuremos el calvario, detengamos ese ancestral goteo de sangre, ese arañar de espinas, ese dolor que inunda estos dÃas. El Jesús liberado del sufrimiento, exige liberarnos nosotros también de éste. Supone clausura de tormentos, sonreÃr al infinito don de la vida, excelsa, compartida, sublimada en el espÃritu…, supone cuestionarnos estos dos mil siete años cabizbajos, colmados de clavos, clavados ante el madero. ¿Quién Le quita la primera espina? ¿Quien Le saca fuera de ese valle de lágrimas? ¿Quien imagina otro Jesús, con corona de gloria, que rÃe, canta y danza sin tregua, que reina en otro valle más alto, infinitamente bello, donde no hay egoÃsmo ni por lo tanto penas, donde todo es servicio al prójimo, donde volvemos a vivir en paz y armonÃa como hermanos? Enmudezcan las cornetas y tambores de las procesiones doloridas. Dicen que retorna sin gota de sangre, desnudo de madero, curado de clavos… Corre el rumor de que vuelve entre rosales sin espinas, con el clarear del alba, de entre la frÃa niebla que aventamos… Anuncian que los tiempos son llegados, que el Maestro de maestros viene a inaugurar la nueva era de gozo y fraternidad por la que siempre suspiramos. |
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